martes, 19 de junio de 2012

Pavana

Como toda llamada de auxilio, llegó tarde.
Por esos días, volver a llamar el pasado en pos de una última oportunidad de compartir, parecía solo el inocente anhelo de dos jovenes demasiado románticos para pensar que decadas más tarde serían solo recuerdos en la mente del otro. Recuerdos, que para ser sinceros, desteñian y mostraban jirones, nada parecido al idílico retrato que alguna vez fue.
"¿Me acompañarás en la hora de mi muerte?". La promesa fue un si. Un salto de fe.
Cuando la muerte es tan lejana, parece mas un acto de desafío y un grito de vida. Los jóvenes viven para siempre, solo los viejos le temen a la última llamada, mas cercana y palpable, en cada dolor al caminar, en cada respiración difcultosa.
Pero por aquellos días, nada parecia poder fin a sus existencias, salvo un acto romántico (hoy lo llamaría estupidamente inocente) de atentar contra sus vida.
 Como el pacto con el demonio, se cumple la hora de pagar.
Y en aquellos dias oscuros de agosto, la llamada llegó, cobrando la vieja promesa.
¿Qué le dices a alguien a quien ya no te importa o simplemente quieres evitar, en el caso que prometiste estar ahí en momento singular?
Cuesta honrar las promesas hechas al fragor del amor apasionado, una vez que ese licor ha perdido su efecto.
Caminar por esa calle, tan conocida y ahora tan ajena.
Revivir las risas de niños, el sol al ocaso, los suspiros amedia noche, entrelazados.
Encontrarse con gente desconocida, y evadir la mirada inquisdora de quienes no conocen la historia.
Esa historia minúscula, una muesca en la esfera del reloj.
Y ahí yace ella, que le sonrie, cuando su tiempo se acaba, no importa ya por que.

Se dice que hay vínculos que ignoran la muerte. Se dice que hay promesas que han cambiado el universo.
Cosas pequeñas.
Un apretón de la mano ajada, una sonrisa y lágrimas de alegría.

Verla partir fue extraño.

Salir por esa puerta, recorrer cerro abajo e ir por un cafe.
El frío de agosto quemando en cada pisada.
En la soledad del café mirar a ese cielo que alguna vez cobijo tantos sueños, y atesorar esa última sonrisa, esa lágrima de amor concentrado que ambos guardaron en algun lugar y que como bálsamo curó las heridas horribles que hacía tantos años se habían hecho.
Es cierto que el tiempo corre para todos, y el anciano tambien lo tenia claro.
Años mas tarde supe de su muerte, antes me habia contado su historia, tan fantastica, tan breve, una supernova en un universo congelado.
A veces visito ese cementerio, y camino cerca de sus tumbas. Ni siquiera estan cerca. A veces tiene flores, a veces simplemente los une el viento.

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