sábado, 3 de septiembre de 2011

Tejiendo

Al caer el sol, cada día, se recostaba en la cama y sacaba, con mucho cuidado el tejido que llevaba años componiendo.
Tomaba una hebra, la examinaba y seguía su cursos desde el nudo de raiz, hasta el final.
A veces, en este ejercicio, encontraba una pequeña protuberancia, y acto seguido, luego de examinar el color y la textura, abría su caja y con un nudo simple, o a veces uno elegante, añadia una nueva hebra.
Pasaba tambien a menudo, que viendo como se desgastaba la hebra, o simplemente se converti a una frágil fibra, con un movimiento certero de la tijera, cortaba y procedia a cerrar ese sector del tejido.
En varios tramos el tejido se interrumpe. falta el hilo y grandes jirones aparecen en la trama. Entonces, con desesperanza, recuerda un error en el corte, o no haber estendio la hebra que ahi hace falta.
Muchas de esas veces, guardaba el tejido con los ojos tristes. Otras, simplemente ensayaba mentalmente el nudo correcto y pensaba que habría sido del tejido de no haber fallado tan miserablemente.

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